sábado, 24 de marzo de 2012

Documentales de Jon Sistiaga: "A lomos de la bestia"

En estos tiempos es difícil ver documentales como el de Jon Sistiaga: "A lomos de la Bestia". Más difícil aún es que una televisión invierta en ellos. Son costosos y sobre todo, no tienen demasiada audiencia.

Os lo dejo en el blog para los que queráis echarle un ojo. En mi opinión es una maravilla cómo cuenta la travesía de los migrantes hacia Estados Unidos. Un testimonio único que debería ser obligatorio proyectar en todas las facultades de periodismo, o al menos, así me lo parece.




domingo, 4 de marzo de 2012

Aquel domingo...


Trata de reinventar versos mientras alguna melodía acude a sus oídos. Escucha estrofas movidas por el efecto de algún instrumento intentando escribir algo decente. El sol absorbe su piel con la calidez de los rayos proyectados por la ventana. Pensamientos, recuerdos y algún que otro momento acuden al rescate de su memoria. Tintinean las palabras al compás que marca el teclado. Jamás un texto aceptó las letras volcadas por la razón, en cambio si las movidas por el sentimiento.

El relato avanza sin conclusión aparente, salvo la de acabar y atender a los niños que corretean por el salón. Llegó la tía Manuela con sus dos críos y un par de juguetes para abordar por la espalda al enano y despertarlo del profundo sueño de la infancia. Seis, siete y ocho años. Los tres vinieron prácticamente seguidos. Lucas, Lucía y Marcos. El último en llegar fue el tuyo y desde entonces intentas controlar la euforia del reloj de la felicidad. Nunca nadie te dio tanta alegría en las noches de lloro constante durante los tres primeros años de vida. Nunca nadie conquistó tu corazón en tan poco tiempo. Nunca nadie como él para acabar viéndote envejecer por la carcoma de los años. Y junto a Blanca, tu mujer, abrazas la armonía que os ha tocado vivir.

“¿Qué escribes tío?”, pregunta la descarada Lucía.
“Una historia de piratas”, le respondes.
“¿Me dejas leerla?”.
“Cuando acabe es toda tuya”.
“Gracias tío”.

Te da un beso en la mejilla, sonríe y vuelve a salir corriendo. Llega Blanca y ofrece café al unísono. Se acerca a ti, te da un beso y te riñe por seguir escudriñando entre la imaginación de tu relato. “Ya lo dejo, tranquila”. Acepta sin oposición y se da la vuelta. Te quedas mirándola mientras se gira en dirección a la cocina. Ves su cabello cayendo en los hombros, el sol adueñándose del brillo de su pelo, penetrando en su piel, dando vida a aquella mañana de domingo.

Pides ayuda a la tía Manuela. Se acerca, coge el ordenador, lo deja sobre la mesa y te ayuda a incorporarte. “Acercame la silla”. Me acomodo en el único instrumento que me permite andar y avanzo hacia donde juegan los niños. Mi hijo trepa hasta sentarse entre mis piernas y me abraza. La calidez de su mirada, el brillo de sus ojos, la alegría de su sonrisa. Es feliz, tiene seis años y no tiene por qué sentir otra cosa. No entiende de médicos, de recetas ni de prospectos. Pregunta por qué su padre no puede andar y no entiende las respuestas. Él correrá la misma suerte. Nació con una enfermedad degenerativa más aguda que la tuya. Sabe que tiende a caer al suelo cuando corre, cada vez con más frecuencia, pero vive en la mentira que permite la ignorancia. Desde hace tiempo creo que Dios hace días nuevos para borrar los malos. Quizá lo haga para mantener el equilibrio entre la alegría y la tristeza, quizá lo haga para que el balance de los años no nos quite la vida, quizá hoy toque lucir la mejor de las sonrisas y no pensar en nada más, quizá, hoy no toque agobiarse por el futuro y sí, pensar en el presente, pensar que hoy toca ser feliz a pesar del tiempo.


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@davidlpalomo