domingo, 19 de junio de 2011

Relato para el Día del Español


El niño por fin podía levantarse tarde. Había terminado el curso con todo aprobado y ahora le tocaba disfrutar de horas y horas de pelota en la plaza. Hoy, era la primera mañana después de despedirse de Juan, Laura, Rocío, Miguel y José. Sus mejores amigos. Y sin embargo, no le embargaba la pena. Eran las 10 de la mañana y podía disfrutar del placer de ver los Pokemón. ¡Dichoso verano! Cuántas alegrías traía bajo el prisma de las vacaciones.

Llegó al salón y vio a su padre enfrascado en la lectura del periódico ¡Qué aburrido!, pensó el niño. Y se dirigió a encender la tele, mientras su madre le preparaba el Cola-Cao en una taza robótica que contaba con innumerables pajitas y molinillos dispuestos a asesinar los grumitos.

Pero hoy no había Pokemón. La televisión pública había decidido que era más importante hablar del día del Español ¡No puede ser!, refunfuño para sus adentros. Y en un arrebato de confianza ilimitada por encontrar a Ash, Pikachu y compañía, siguió cambiando de canal hasta confirmar sus sospechas. No había dibujos animados. Maldito Español. ¿Qué podía hacer ahora? Quizá jugar a la consola ¡Qué buena idea! ¿Por qué no se le habría ocurrido antes?

Volvió a su habitación y allí estaba su hermana, con el mando entre las manos jugando a los dichosos Sims. Juego despreciable ¡De mariquitas!, como decía su amigo Luis. Sin embargo, intentó lo imposible, quitarle el poder del joystick con amabilidad.

“Luisa, ¿Te importaría dejarme jugar un rato?”. “No”, contestó su querida y bella, pero despreciable y poco afable familiar. “Venga, déjame”, le volvió a insistir a la vez que tiraba del mando. Y cuando lo tenía casi en su poder, su madre se encargo de repartir justicia. “Deja a tu hermana”, sugirió a modo de amenaza.

Lo tenía claro, nada podía salir peor el primer día de vacaciones. El gobierno se había encargado de censurar los Pokemón y el niño ya pensaba en acampar en Sol como medida de protesta, su madre le había quitado la potestad de la consola y su padre seguía absorbido ante la atenta mirada de Rajoy y Zapatero.

Entonces, mientras deambulaba por la casa perpetrando futuros chantajes y rencillas con respecto a toda su familia, se encontró delante de la estantería de su padre. Allí había libros, pensó. Muchos libros, volvió a pensar. E inmediatamente después pensó definitivamente. Si alguien se ha leído todo esto, igual es divertido. “Pues vamos a probar”, se dijo a sí mismo. Cogió la silla, subió hasta el estante más alto y extrajo un pequeño relato de lo más profundo de la balda. Su nombre, Un pie que hablaba inglés...Quizá el mejor título para proclamar su odio hacia el Español. Ese idioma que le había robado su primer día después de terminar el colegio. Ese idioma que tras concederle su primera lectura lo abstrajo hasta el final de su existencia. Tanto es así, que actualmente, sigue estrenando libro cada 18 de Junio como símbolo del comienzo de sus vacaciones.

Feliz día del Español aunque con un día de retraso y feliz verano a todos.

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