Dice la RAE que lo endémico reina
habitualmente en clave de enfermedad durante una época fija en un
país o comarca. Cambiemos estas dos últimas palabras por un
equipo o club y daremos con el problema del Real Madrid. Los de
Mourinho llevan mucho tiempo con miedo al Barça. También con
demasiado respeto, pero, sobre todo, con miedo.
Su alineación de ayer dejaba patente
esta lesión crónica de la que adolece el conjunto del portugués
desde hace un tiempo. En la placenta de este proyecto, cuando el
clásico no pertenecía a la rutina, el Madrid salía a ganar.
Después, quizá, pensó en presionar, y en su madurez, en ese
momento en que el equipo se sentía cómodo con un once tipo, le dio
por experimentar. Dejó de ser ese temible conjunto adorado por su
perfección en el contraataque para convertirse en una reproducción
de cualquier club de media tabla.
El 'puto amo' de los banquillos trató
de sorprender jugando a lo de siempre, a defender. Alineó juntos
a Pepe y a Lass en el centro del campo, se inventó un puesto
para Altintop y arriesgó con Carvalho recién salido de la lesión.
Le salió mal y sumó otra derrota a su contador de clásicos. Y todo
por el mencionado miedo. Su equipo pervivió mientras lo hizo en el
marcador. Con 1-0, los blancos se mantuvieron constantes; con el 1-1,
se vinieron abajo. ¿Por qué? Por el miedo que les contagia su
entrenador desde que salen al campo, desde que decide que van a jugar
al empate o a ganar por la mínima. Así, lo normal es perder.
El balance sigue siendo abrumador.
Mourinho tan solo ha ganado uno de los nueve partidos que ha jugado
contra el Barça, ha encajado 19 goles y, aun así, sigue en sus
trece. Ya lo decía ayer en rueda de prensa: “Yo entiendo, pero no
escucho”. Quizá ése sea su problema, que no escucha. ¿Por
qué? Porque su público lleva sin quejarse mucho tiempo. El
madridismo tiene asumido que no puede jugarles de tú a tú a los de
Pep. Hace tiempo que juraron ser infieles al fútbol en pro de los
títulos, juraron dar su vida por el portugués y, a día de hoy,
siguen abstraídos por su tótem particular. Mi pregunta es: ¿Hasta
cuando? ¿A qué entrenador le hubiera consentido la parroquia blanca
tanta humillación y tanta desfachatez? En definitiva, ¿hasta
cuando durarán la endemia, el miedo o la madre de todas las fobias
crónicas que es el ‘mourinhismo’?
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