viernes, 24 de junio de 2011

Destino



El cruce de caminos.
El no saberse perdido.
El encontrar una esperanza.
El saberse conocido.

El cruce de las vidas,
misterioso destino,
no sabe donde anda,
no le importa el olvido.
Acata pasos,
permite subyugar alientos,
recoge mandamientos del desatino y los hace divinos.

Añade al tiempo lo extraño y acierta a encontrar el futuro,
en un reguero de terminaciones, nervios y sentidos.
Reencuentro maldito de ciega añoranza,
se hace visible, se encuentra en Olimpo.

No puede creer que aquello suceda,
no puede creer que el pasado vuelva.
No lo puede saber,
por eso no lo encuentra.
Sólo el porvenir conoce en que minuto empieza la cuenta,
sólo la aguja elige el parón,
sólo suena el pájaro en el momento en que el milagro ocurrió.

Un cruce de caminos,
un no saberse perdido,
un encontrar una esperanza,
que finalmente nos trae el olvido.

Nos recuerda el pasado,
nos amaña el futuro,
nos da su bendición,
gracias a la casualidad del destino.  

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